Sabemos que una de las mejores maneras para controlar la pandemia causada por el virus SARS-CoV-2 es conseguir que la mayoría de la población esté inmunizada en frente del virus. Esta inmunidad puede ganarse superando la infección o habiendo recibido una vacuna. Durante los últimos días se han anunciado los avances de varias vacunas contra la COVID-19, generando cierta esperanza para poder poner fin a la pandemia a corto/medio plazo. Pero, ¿sabemos realmente qué son y en qué consisten las vacunas?
Se entiende como vacuna cualquier preparación o medicamento que tiene como objetivo estimular nuestro sistema inmunitario para que genere anticuerpos que nos confieran inmunidad frente a una enfermedad causada por la infección de una bacteria o un virus. De esta manera obtenemos lo que se denomina “memoria inmunológica” ya que estos anticuerpos actuarán como protección frente a futuras infecciones, reconociendo y destruyendo al agente infeccioso e impidiendo así que nos infectemos y que desarrollemos la enfermedad. Lo que se pretende es presentar al agente infeccioso para que este no le resulta extraño a nuestro sistema inmune si nos infectamos en el futuro. De hecho, podemos decir que lo que hacen las vacunas es “engañar” a nuestro organismo haciéndole creer que está siendo atacado para así obligarle a defenderse a través de la generación de anticuerpos. Pero, ¿cómo consiguen las vacunas “engañar” al sistema inmunitario y hacer que éste fabrique anticuerpos sin desarrollar la enfermedad (o sólo con algunos síntomas leves)? Existen diferentes mecanismos para lograr este “engaño” y de aquí que se estén desarrollando tantos tipos de vacunas diferentes para la COVID-19. De hecho, a la fecha de esta publicación se han registrado más de 245 vacunas candidatas para prevenir el coronavirus a nivel mundial. A continuación, se detallan los mecanismos que utilizan algunas de las vacunas que se están desarrollando para la COVID-19 y que se encuentran ya en fase III de desarrollo:
- Universidad de Oxford/AstraZeneca: parte de una tecnología ampliamente utilizada en el desarrollo de vacunas y que se basa en la administración de virus atenuados (o debilitados) incapaces de generar la enfermedad pero si de estimular la generación de anticuerpos por parte de nuestro organismo. En concreto, se basa en una versión atenuada de un virus de la gripe que infecta a los chimpancés y que ha sido manipulado para que se parezca al virus SARS-CoV-2. Es una técnica en la que los científicos de Oxford ya habían trabajado previamente para combatir el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS), también producido por un coronavirus, y el ébola.
- Novavax: utiliza fragmentos inocuos (inofensivos) de una proteína o antígeno del propio virus, concretamente la proteína espiga o S (del inglés Spike) que se encuentra en la superficie del virus y que es la encargada de unirse a nuestras células para poderlas infectar. A esta proteína se le añade un adyuvante, una sustancia que hace más efectiva la respuesta inmune y que, en conjunto con la proteína, consigue la producción de anticuerpos por parte de nuestras células.
- Pfizer/BioNtech y Moderna: estas vacunas inyectan parte del material genético del virus (constituido por ARN) con las instrucciones necesarias para que nuestras células generen una proteína o antígeno del virus. Esta proteína, que en sí misma es inofensiva, será detectada por nuestro sistema inmunitario, que activará su respuesta contra el virus, produciendo anticuerpos. Se trata de una tecnología muy prometedora que nunca antes se había utilizado en el desarrollo de otras vacunas.
Estas vacunas también se diferencian en otros aspectos igualmente importantes para valorar su aplicación a nivel mundial, como su efectividad, el número de dosis que necesitan para conseguir esta efectividad, la temperatura a la cual hay que conservarlas, o su precio. Hasta la fecha, estas vacunas han mostrado resultados prometedores con eficacias que superan el 70% en las primeras fases del estudio. Sin embargo, no se sabe todavía cuánto tiempo duraría la inmunización producida por cada vacuna. Este factor será imprescindible para conocer si su efectividad será anual, como en el caso de la gripe, o si con una vacunación será suficiente. En este sentido, un estudio reciente publicado en la revista Cell apuntaría que las vacunas tendrían una efectividad de un año por lo que, a falta de más estudios que lo corroboren, parecería que se tendrían que aplicar de manera periódica.